Dicen mis padres que con poco más de 4 años, yo ya decía que quería ser “médico de animales”. En verano, cuando el río se secaba, recuerdo como, cargado con cubos, iba a rescatar ranas, serpientes, peces y demás fauna y me los llevaba a casa. Asiduamente visitaba la granja de vacas que había cerca de casa de mis padres y allí fui consciente de mi vocación: quiero ser veterinario de vacuno de leche. Pero la entrada de España en el “Mercado Común Europeo” me hizo ver que al sector lácteo no le esperaba un futuro prometedor. Terminé la carrera pero, como ya tenía mi proyecto personal, decidí buscar trabajo de lo que fuera para poder casarme. Y así fue, entré en el sector comercial de clínicas de animales de compañía. Corría el año 1992 y aquí estoy, 29 años después, al pie del cañón.
Durante estos años he visitado más de 4.000 clínicas por medio mundo, la mayor parte de ellas, en España. Visitaba las clínicas, veía cómo los clientes esperaban en la sala de espera, incluso cómo algunos lloraban por la pérdida de su mascota o por haber recibido malas noticias sobre ella. Pero nunca fui verdaderamente consciente del trabajo de mis compañeros veterinarios. Por circunstancias de la vida, hace un par de años, mi mujer, también veterinaria, y yo decidimos tener perro. Nuestro primer perro. Sí, ya sé, los dos veterinarios y sin animal de compañía. Pues sí, así es. Recuerdo a mi hija llegar a casa llorando porque sus amigos no la creían cuando decía que sus padres son veterinarios: “no me lo creo, si fueran veterinarios, tendrías perro o gato” le decían. Y nosotros, oídos sordos. Pero en Mayo de 2019, Nut, una Teckel Mini, entró en la familia. Desde entonces, tengo una visión 360º del sector veterinario: importador, distribuidor y cliente. Y debo reconocer que estoy alucinando con el hecho de ser “cliente”. No podía imaginar lo que implica tener perro, lo que significa llevar a mi perra a la veterinaria. Sí, mi veterinaria, la que cuida de la salud de Nut. La que me aconseja, la que se preocupa por su bienestar, la que me ofrece una medicina excelente y un trato exquisito. La veterinaria que me ha abierto los ojos para ver el enorme impacto que su trabajo tiene en mi vida. Mis queridos compañeros, creo que muchos no sois conscientes de la gran importancia que vuestro trabajo tiene en la sociedad. Habéis pasado años en la Universidad, luego prácticas, más estudio, congresos, especialización, muchos de vosotros, emprendedores, iniciando una aventura empresarial, horas y horas de trabajo, no siempre bien remunerado y en ocasiones, recibiendo las quejas injustificadas de algunos clientes y, sin embargo, con la sensación de no ser valorados por la sociedad. Pues la sociedad no sabe lo que hace, creerme.
Recibo llamadas de propietarios de mascotas que, por mi web, se interesan por alguno de mis productos. Yo siempre les pregunto por su veterinario y, creerme, en no pocas ocasiones me hablan de una forma que creo que debo compartiros y que ahora, al tener yo a Nut, entiendo perfectamente: profundo agradecimiento y admiración hacia su veterinario. Quiero transmitiros yo también ese agradecimiento y admiración. Como he dicho antes, por circunstancias de la vida, nunca ejercí la profesión para la que estudié pero ahora la disfruto en su totalidad como cliente y proveedor. Nut es parte de la familia y no exagero si digo que cada visita a su veterinaria me recuerda las visitas con mis hijos al Pediatra: aunque estuvieran sanos, buscábamos tranquilidad, trato, cariño y comprensión. Eso es lo que me da la veterinaria de Nut y no tengo palabras para expresar mi agradecimiento. Paso muchas horas con Nut, paseamos juntos, la tengo en mi regazo cuando veo la tele o leo, me recibe cuando llego a casa como si hiciera años que no me ve y no es rencorosa cuando la riño. Me da cariño gratis!!!!
Por todo lo que he comentado y por mucho más, os agradezco vuestro trabajo, vuestra dedicación y vuestras noches sin dormir pensando en un caso complicado.
Gracias, gracias y mil veces, gracias!!!!
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