Esta es la novena historia vivida en una sala de espera. Vamos con ella.
Empezaba yo a visitar clínicas, hace unos 26 años. Llego a la sala de espera, dejo mi maletín en el suelo y voy a la recepción. Cuando vuelvo a por mi maletín, un perro había levantado la pata sobre él.
Desde entonces mi maletín y yo somos inseparables.
Moraleja: se aprende más de los propios errores que de los de los demás.