Autónomo vs. asalariado

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Si algo bueno nos ha aportado la crisis es que millones de españoles se han tenido que buscar la vida de una forma que hace años no se pensaba y esta no es más que autoemplearse, hacerse autónomo. Durante dicha crisis aumentó exponencialmente el autoempleo porque no había otra opción: autónomo o parado.

Sin embargo esta tendencia se ha roto a medida que España ha salido de la crisis y las empresas vuelven a contratar asalariados. Hace meses que el aumento de autónomos no cesa de decrecer. Lo mismo ocurre con las franquicias, que en cuatro años han disminuido un 20% y han pasado de ocupar a 400 mil personas a 325 mil, por cierre de franquicias no rentables.

No nos engañemos, ser autónomo es duro. No sólo el mercado es extremadamente competitivo, sino que la inseguridad y la presión son mayores que para un asalariado.

Ya antes de la crisis, muchas empresas habían aligerado sus plantillas con el fin de transformar gastos fijos en variables y aumentar su productividad. Toda la logística de transporte y distribución se había pasado de propia a autónomos. Lo mismo hicieron muchas empresas con la mano de obra de producción, contratando mano de obra barata cuando la necesitaban y prescindiendo cuando bajaba el trabajo.

Incluso equipos de venta contratados para lanzar un producto, o mandos como los directivos interinos contratados por un periodo concreto para una tarea reorganizativa concreta (ver mi artículo El Interim Management), son trabajadores autónomos.

Así mismo, a raíz de la dureza de la crisis, muchos autónomos se han visto obligados a cerrar, pues sus ingresos apenas cubrían los gastos fijos del negocio: alquileres, suministros, cuotas a la Seguridad Social…

El Gobierno, con la finalidad de promover el empleo y disminuir las enormes diferencias entre el régimen de asalariado y el de autónomo, aprobó una ley con efectos 1º de enero del 2015, que mejora sustancialmente la situación del trabajador por cuenta propia. Lo más interesante es la llamada ‘tarifa plana’ de 50€ para los nuevos autónomos, que dura 18 meses para las personas mayores de 30 años, y 30 meses para los menores de 30 años, periodo suficiente para poner en marcha el negocio y ver si funciona.

Con todo, existen todavía diferencias importantes entre los asalariados y los autónomos en cuanto a los niveles de protección, duración e importe.

1.- Baja por enfermedad

Si un trabajador por cuenta propia se pone enfermo, deja de tener ingresos, sin embargo, tiene que seguir cotizando a la Seguridad Social y haciendo frente a los gastos fijos.

La prestación sólo cubre enfermedad común (una gripe, anginas, etc…) a partir del cuarto día. Para que cubra enfermedades profesionales hay que aumentar la cotización a la Seguridad Social y el 90% de los autónomos tributa el mínimo.

Por todo ello, las bajas referentes a autónomos sólo representan un 3% del total de bajas por enfermedad.

2.- Paro por cierre del negocio

Si el negocio no funciona por motivos económicos, y para ello se requiere unas pérdidas de más del 10% (antes era del 30%), y el autónomo decide cerrar antes de perder más dinero, tiene derecho a cobrar el paro bajo las siguientes premisas:

  • Tiene que haber cotizado de manera ininterrumpida durante los últimos 12 meses, para tener derecho a dos meses de paro (cuatro para un asalariado).
  • El plazo máximo de paro que puede cobrar es de un año (dos años para un asalariado).
  • Cobra un 70% de la base de cotización durante los primeros meses, y luego el 60%, igual que para los asalariados. La diferencia está en que el 90% de autónomos cotiza por la base mínima (880€), lo que le da un paro de 580€.

3.- Indemnización

No hay indemnización alguna. Y es que si la hubiera, ¡tendría que pagársela a sí mismo! (Un asalariado tiene 45 días por año trabajado, 20 si se trata de cierre por circunstancias de mercado). En las grandes empresas, a menudo, se negocian indemnizaciones mayores con el comité de empresa.

4.- Pensión por jubilación

La mayoría de autónomos, como he comentado anteriormente, cotizan por la base mínima (880€), lo que les da una jubilación de unos 600€, mientras que la pensión media de los asalariados es de 970€. Como vemos, la diferencia es importante.

Actualmente los autónomos pueden escoger una base de cotización que oscila de los 880 a los 3.600€, igual que un asalariado. Lo recomendable es cotizar con una base alta los últimos 15-20 años de vida laboral, para garantizarse una pensión sobre los 2.000 €/mes. Pero ello supone unas cuotas de 500 a 600€ mensuales, y muchos negocios no dan para tanto.

Otra opción es hacerse un fondo de pensiones para completar la pensión del estado.

Conclusión

El Estado ha hecho un esfuerzo para favorecer el empleo mediante mejoras para los trabajadores por cuenta propia. Con todo, las prestaciones para los asalariados siguen siendo superiores.

Si uno no es emprendedor, arriesgado, y dispuesto a trabajar muchas horas, mejor que busque otras opciones.

Recomendación

Me quedé sin empleo en 2010 y tras 6 meses buscando trabajo, me hice autónomo por “imperativo profesional”. Es decir, vi que me autoempleaba o me podía ir a vivir debajo de un puente.

Llevo 6 años de autónomo, construyendo mi propio proyecto y, salvo un milagro en forma de oferta irrechazable, creo que seguiré de autónomo hasta la jubilación, ¡si es que me jubilo!

Por lo tanto, si quieres escribir tu propia vida profesional, búscate un proyecto, desarróllalo y llévalo a la práctica. Ponle ilusión, ganas y trabajo muy duro y saldrás adelante. Lo que he descubierto por experiencia es que trabajar por cuenta ajena nos instala en una zona de confort y puede ocultar nuestras capacidades profesionales.

Autor: Jordi Gimeno, veterinario