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Dirigir personas no es tarea fácil ni baladí. A menudo el jefe es el centro de todas las miradas, sobre todo cuando las cosas no van bien. Os presento seis cambios en vuestra forma de dirigir que harán que vuestros empleados estén más contentos y rindan más.

Jordi Gimeno (5/3/13)

¿Qué directivo no se ha “enfrentado” nunca al malestar, enfado o disconformidad de alguno de sus empleados hacia su gestión o trato? Para evitar o minimizar estas situaciones, en mis años como directivo he puesto en práctica una serie de principios que paso a desarrollar:

1. Trata a tu gente no a tus números.

La principal función y objetivo de las empresas es la obtención de beneficio, hacer negocio y ganar dinero. Ahora bien, si eso se convierte en una obsesión y dejamos de mirar a nuestro alrededor podemos sumir a la organización en la miseria. Muchas empresas ponen por encima de todo los números olvidando en muchos casos el valor más grande que tienen: las personas. Hablo por experiencia propia. He trabajado 16 años en una multinacional que sufrió una deriva “hacia los números” que hizo que los empleados pasaran a segundo, tercer e incluso a último plano. Debemos tener muy claro que todos los números en los negocios son el resultado de cómo manejemos a la gente no de cómo manejemos los números. La única forma de mejorar los números es mejorar la productividad y eficiencia de la gente que trabaja en la empresa, de la gente que diriges. Un buen manager siempre triunfa sobre un buen PowerPoint.

2. Implementa sistemas de medición simple pero relevante.

Aunque está claro que tu enfoque y prioridad deben ser las personas y no los números, necesitas sistemas de medición de resultados numéricos a partir del empeño de las personas, es decir, sistemas que permitan cuantificar los resultados de cada empleado. Esos sistemas de medición deben estar en consonancia con las actitudes que quieres ver en tus empleados y deben ser fácilmente comprensibles por toda la organización con el objetivo de que cada empleado sepa dónde está en cada momento y qué tiene que hacer para corregir las desviaciones.

Por el contrario, sistemas de medición complejos sólo llevan a la confusión y a la desconfianza. Como regla general no debemos medir aquello que no es relevante ni puede modificarse mediante sistemas de gestión.

3. Establece una prioridad por empleado.

Recientemente un buen amigo me comentó que había tenido una reunión con su jefe a raíz de la cual su superior le había “endosado” siete tareas insistiendo en que todas eran prioritarias. Debo decir que ese jefe era un idiota porque, si cada una de las tareas era prioritaria entonces ninguna de ellas era por sí misma una prioridad.

El concepto “prioritario” por sí mismo da a entender que hay algo, una simple cosa, más importante que cualquier otra. Dar a un empleado varias tareas con la etiqueta de “prioritaria” obliga al empleado a decidir cuál hacer primero y esa es TU tarea, no la suya.

4. Nunca vuelques tus frustraciones sobre un empleado.

Los empleados entienden que, además de su jefe, eres humano, una persona sometida a presión y con gran responsabilidad. Saben que a menudo puedes sentirte frustrado, enfadado, enojado por distintos motivos relacionados con tu posición. Sin embargo, nadie estamos dispuestos a aguantar las batallitas de nuestro superior y, mucho menos, ser la diana de un jefe con un mal día. Así es que, descarga tu adrenalina sobre un saco de boxeo y, cuando te hayas calmado, estarás en disposición de hablar con tus empleados.

5. Mídete por los resultados de tu peor empleado.

La mayoría de managers utilizan a sus mejores empleados como baremo a la hora de medir sus éxitos como gestores. Sin embargo, desde mi humilde punto de vista, los resultados deben medirse en función de cómo evolucionan los peores empleados de la organización. El buen gestor ayuda a sus empleados a mejorar y les acompaña en sus éxitos y en sus fracasos y es la evolución de estos últimos los que nos indicarán si estamos frente a un buen gestor o no. Desgraciadamente, todavía hay muchos “managers de tres al cuarto” que se cuelgan  medallas por los éxitos de sus mejores empleados y despiden a los malos, como forma de ocultar sus limitaciones como gestores y así proteger “su silla”.

6. Sé más generoso que la media.

Parece mentira en el siglo XXI pero, todavía, para muchos managers los sueldos, gratificaciones y bonus son gastos que deben ser minimizados al máximo de lo posible. Pero hay algo muy cierto en los negocios: si pagas igual que la media tendrás empleados igual a la media. Simple causa efecto. Así es que idea sistemas de compensación superiores a la media de tu sector y tendrás empleados superiores a la media. Los buenos quieren trabajar con los buenos y verse reconocidos y recompensados por ello.

Para mí la clave es simple: trata a tus empleados como a tí te gustaría ser tratado por tu jefe. No es cuestión de demagogia sino de lógica. Crea un ambiente sano en el trabajo, confía en aquellos que merezcan la confianza y da a cada uno un poco más de lo que se merece.