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“Mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer”. La incertidumbre es uno de los factores que mayor ansiedad genera en el ser humano. No saber a qué atenerse o qué es lo que va a acontecer supone un estado de dudas en torno a cualquier situación.

Por desgracia, es habitual en nuestro país que los empleados se encuentren con una callada por respuesta a sus preguntas o reivindicaciones. Sólo hace falta ver el volumen de huelgas que tenemos en España comparado con países como USA, Canadá o Australia.

Como he tenido que trabajar en otros entornos internacionales, he visto que la ausencia de respuesta es algo culturalmente arraigado en España. En otros países existe la deferencia, incluso la obligación moral, de decir algo, aunque no sea lo que nos gustaría escuchar.

Durante mi trayectoria profesional he podido ser testigo de cómo la ausencia de respuesta, positiva o negativa, genera tal estrés en la persona que espera esa respuesta que puede desencadenar otro tipo de acontecimientos, como pueden ser:

  • Tomar una decisión distinta a la deseada por falta de respuesta.
  • Abandonar la empresa al no saber qué va a pasar.
  • Generar rencor o malestar con la persona que no nos responde.
  • Frustración y desesperación ante la situación de ausencia de respuesta.

Pongamos algunos ejemplos prácticos en el ámbito laboral:

  • Cuando un candidato no recibe respuestas a su candidatura. La situación que genera más ansiedad de las que conozco. La persona espera una respuesta en un plazo razonable. Cuando además existe un compromiso de respuesta por parte de la persona que lo ha entrevistado, esto crea unas expectativas que pueden llevar a inquietud y posterior enfado si no se cumplen. Además, da una muy mala imagen tanto de la empresa entrevistadora como la contratadora.
  • Cuando un responsable tiene que anunciar medidas que afectan a los empleados. Cuando hay que comunicar algo que va a ocurrir: un ascenso, un cambio de posición, un cambio en las condiciones de trabajo, un bonus, un despido, o cualquier cambio en la organización que afecte a las personas, la ausencia de noticias genera consecuencias desastrosas. Primero se instala el rumor, luego la desgana ante la ausencia de notificación y por última la desazón y posiblemente el enfado. La mejor manera de acabar con esto es comunicar algo, lo que sea, aunque sea la ausencia de noticias, de una manera transparente y directa.
  • Cuando un colaborador espera alguna noticia sobre su situación. Un manager debe ser sincero con sus colaboradores y tratarlos de la misma forma que le gustaría ser tratado a él. A mí me gusta y enorgullece que lo hagan, pero no es de recibo que, 7 años después de dejar mi empresa, trabajadores a los que yo contraté me llamen pidiendo consejo ante el mutismo de sus superiores a situaciones incómodas para ellos. Esto debería avergonzar a sus managers. Sea bueno o malo lo que debes comunicar, hazlo, pronto y abiertamente.

El silencio genera incertidumbre y la incertidumbre desvía la atención alejándonos de nuestros objetivos. La gran mayoría de las personas preferimos un “sí” o un “no” a un “déjame en paz” o un “no seas pesado”.

Además considero que no devolver ninguna comunicación, mail, llamada o mensaje, es una falta de respeto al interlocutor que propone una respuesta.

No puedo resistirme a contar una anécdota que me sucedió hace años: al grupo de directores generales de Europa nos pusieron un nuevo vicepresidente. Tuvimos tres reuniones en las que le expusimos nuestras inquietudes y propuestas. Después de cuatro meses, no solo no daba noticias sobre nuestras propuestas sino que sólo era capaz de decirnos que nosotros no teníamos ni idea y que él nos enseñaría de qué iba el negocio. Fuimos al CEO de la empresa y le explicamos la situación. A las dos semanas, nuestro vicepresidente nos convocó a una reunión urgente en la que nos dijo que el CEO le había obligado a reunirnos para comunicarnos que había sido cesado.

Reflexiona sobre lo expuesto, sé crítico contigo mismo y pregúntate: ¿Mantengo a mi personal informado sobre temas que les afectan?

Autor: Jordi Gimeno, veterinario